La fiebre es un motivo de consulta muy frecuente en el servicio de urgencias, pero realmente en todos los casos, nos queda la duda de si alerta sobre un problema grave o no.
Es nuestro deber como pediatras, educar a los padres y cuidadores acerca de cuál es el papel de la fiebre en el cuerpo, y cuando es realmente importante buscar y tratar una enfermedad subyacente.
La fiebre es una respuesta adaptativa, como parte de la reacción inicial en la respuesta inmune. Es decir, en condiciones normales el hipotálamo (un área del centro del cerebro) funciona como un termostato que mantiene al organismo a una temperatura ideal para poder llevar a cabo óptimamente sus funciones fisiológicas. Sin embargo, cuando el sistema inmune detecta la entrada de un agente infeccioso (virus, bacterias, hongos, parásitos), se ponen en marcha, una serie de reacciones que se encargan de provocar una reacción febril, buscando así inhibir el crecimiento del agente infeccioso y a su vez promover la producción de anticuerpos que sean capaces de enfrentar y erradicar el mismo. Es importante resaltar que la fiebre se presenta acompañada de otros síntomas como los escalofríos y piel muy fría en algunas regiones del cuerpo, cuyo único y final objetivo será reajustar la temperatura a su intervalo normal.
La mayoría de los cuadros febriles son debidos a causas virales que se auto resuelven, y nuestro papel como pediatras es ofrecer un tratamiento de soporte como medicamentos para disminuir la fiebre y el malestar general, garantizar la hidratación y la alimentación, para así prevenir las complicaciones secundarias como la deshidratación, la pérdida de peso excesiva y el requerimiento de ingreso hospitalario.
Entonces, ¿cuándo es importante prender la alarma para consultar al servicio de urgencias?
Si el primer síntoma es la fiebre, sin ningún otro signo asociado, lo primero es confirmar con un termómetro la temperatura axilar mayor a 38ºC. Es importante asegurar que la temperatura sea confiable, por ejemplo, retirar agentes externos que puedan elevar la temperatura corporal como en bebés pequeños, que tienen múltiples prendas de ropa y cobijas y es evidente la sudoración por calor.
El manejo inicial en casa es administrar un antipirético (como el acetaminofén, el ibuprofeno etc. ) por horario, y brindar medios físicos como un baño de agua tibia, compresas de agua fría en la frente, ofrecer líquidos (idealmente suero oral que contiene electrolitos) y medidas de confort. Las infecciones virales como las gripas o las gastroenteritis pueden iniciar los síntomas en las primeras 72 horas. Por ende, si en casa puedes mantener un control de la fiebre con los antipiréticos convencionales, y tu hijo(a) recibe líquidos tomados, y una parte de su alimentación normal, sin ningún signo de alarma que mencionaré a continuación, puedes mantener el tratamiento en casa, para evitar ir al servicio de urgencias.
Los signos de alarma para consultar son: si tu bebé es menor de tres meses, si no come nada/no recibe líquidos o vomita todo lo que come ( recuerde que puede ser parte del curso normal de una gastroenteritis 2 ó 3 vómitos), si a pesar del manejo con antipiréticos por horario no baja la fiebre en ningún momento y es mayor a 39º (es normal que la fiebre baje y al estar próximo a la siguiente toma suba de nuevo), si a pesar de 3 ó 4 días de fiebre seguidos no aparece ningún síntoma asociado como mocos, tos, vómito, diarrea, dolor de garganta etc.. Si presenta signos de dificultad respiratoria o se pone morado, si no orina en todo un día, si presenta alteración de su estado de consciencia o no lo puedes despertar fácilmente.
Recuerda siempre mantener la calma y brindarle a tu hijo (a) un cuidado amoroso, evitando demostrar miedo incontrolable ya que los niños son receptores de energía, sin dejar de lado las recomendaciones ya mencionadas para un manejo responsable.
Por último, recuerda que en SPLA, te atendemos y estamos para apoyarte en cualquier duda que tengas con relación a la salud de tu hijo, ven y visítanos.